Adiós a las playas abarrotadas, a los chiringuitos y a las playas privadas, a las fiestas privadas en los áticos de algunos de los hoteles con más renombre de la Costa Azul… y hola a las tazas de café caliente, a las tardes de películas en vez de largos paseos por la Promenade des Anglais. El otoño se abre paso y así lo deja claro la tormenta que me acompaña mientras escribo estas líneas.
El verano terminó ya hace unos días… y Niza descansa más tranquila.
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EL DESTINO y LAS PARCAS
Cuenta el mito que el Destino era hijo del Caos y de la Noche. Tenía bajo sus pies la Tierra y sobre sus manos una urna. En esa urna fatal estaba encerrada la suerte de todos, mortales y dioses incluidos. Las decisiones que tomaba, ejecutadas por las Parcas, eran irrevocables.
Las Parcas eran tres, y a cada una le correspondía una tarea.
Así, a Cloto le había sido asignada la tarea de prender hilos de todos los colores y todas las calidades en su rueca; de seda y oro para los hombres cuya existencia había de ser feliz; de lana y cáñamo para aquellos que, determinados por la urna del Destino, estaban condenados a la desgracia.
A Laquesis le correspondía completar la labor de Cloto arrollando los hilos que ésta le presentaba.
Y finalmente, a Atropos, la mayor, le correspondía la labor de supervisión. Con una mirada atenta, triste y melancólica, inspeccionaba el trabajo de sus hermanas y, valiéndose de unas tijeras muy largas, cortaba de improviso el hilo fatal.
Me gusta el relato del Destino unido a la escucha de la Obertura compuesta por Verdi. En ella escuchamos las tres llamadas, dos veces además, del Destino a nuestra puerta. ¿Para qué? No lo sabemos, para ello hemos de abrir la puerta y descubrirlo por nosotros mismos.
A continuación, Cloto aparece en nuestra mente tejiendo los hilos que le corresponden a cada mortal.
Minuto 1.40: la elección de Cloto entre la felicidad y la desgracia de los hombres, el eco del Destino que sale de la urna determinando la suerte de los hombres; los mortales, que nada pueden hacer una vez que su hilo ha entrado en la rueca.
Minuto 3.30, Laquesis ayuda a Cloto a hilar la madeja de los hombres, que se prestan a hacer frente a todas las dificultades que se van a encontrar en el camino, ya sea la felicidad de los buenos momentos los dramas y sinsabores por los que hay que pasar…
Minuto 4.45: la solemnidad de un momento que lo cambia todo. Ese instante en el que somos conscientes de que no todo está bajo nuestro control, y que nuestra suerte pende del hilo que Laquesis enroca en su máquina de tejer. Instantes después oiremos cómo Cloto y Laquesis trabajan tejiendo la bola que forma nuestro Destino, el que nos es reservado de forma única y exclusiva a cada uno de nosotros.
Hasta llegar al final, en los últimos instantes, cuando la tijera de Atropos, caprichosa sirviente del Destino, corte finalmente ese hilo del que pende nuestra existencia.
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El primer otoño del Viajero Errante en Nikaïa…
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