jueves, 26 de abril de 2012

(Versión española) La eternidad de Rafa Nadal

De Nice St Augustin a la Halte Monte-Carlo Country Club. Domingo, 22 de abril de 2012.

Eran las dos menos diez de la tarde en la pista central del Monte-Carlo Country Club. Mientras que el maestro de ceremonias presentaba a los dos mejores jugadores de tenis del mundo, la inimitable voz de Adele nos daba la bienvenida con “Rolling in the deep”.

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La descripción y el currículum de cada jugador lo podemos encontrar en cualquier diario deportivo, y también, por supuesto, en cada página web relacionada con el mundo del tenis. Lo que no podemos encontrar, lo que no llegamos nunca a descubrir, es la sensación verdadera, los sentimientos reales que se tienen durante el período de espera para un partido entre el número uno y el número dos del mundo. Lo digo, precisamente, porque hasta el domingo pasado, 22 de abril de 2012, yo no conocía esos sentimientos.

El escenario, inimitable: la central del Monte-Carlo Country Club; los protagonistas, excepcionales: el primero contra el segundo del ránking mundial. Y finalmente, el entorno, magnífico; las montañas, tan cerca del Mediterráneo como si de repente se fueran a caer sobre el estadio.

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A las dos menos diez, como decía, comenzamos a escuchar la música de Adele. Y allá abajo, en la esquina de la pista, alcanzamos a ver una bandera de España llevada por un niño; y detrás de él descubrimos la figura que hemos visto tantas veces por la tele; es Rafael Nadal, a quien veo por segunda vez en mi vida pero por primera vez antes de un partido; vemos la figura de Nadal que salta, salta realmente alto como diciendo: “aquí estoy, estoy listo”. Después, detrás de una bandera de Serbia, descubrimos otra figura. Más calmada, más fría, se trata de Novak Djokovic haciendo realidad la imagen que tenemos de la gente de Europa Central y del Este con su carácter más cerrado.

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Tras la presentación oficial de ambos jugadores llega el momento del calentamiento inicial; las bolas pasan sobre la red lentamente, mientras los jugadores encuentran las sensaciones, los « feelings » del día con su raqueta; después, un breve instante para practicar el saque. Pero los minutos pasan rápido. El momento de la verdad llega cuando Carlos Bernardes dice a través del micro: “TIME”

montecarlo, 22-4-12

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Pero, ¿qué ocurre ? Sólo vemos la figura de Novak salir a la pista. Miramos de nuevo al banquillo: ¿Rafa aún está ahí? Sí, efectivamente, el siete veces ganador de Monte-Carlo está aún sentado. ¿Cómo es posible? La explicación puede ser simple: el Príncipe “extraoficial” de Monte-Carlo decidirá por sí mismo cuándo va a empezar la final. Se toma su tiempo, siete años de victorias aquí le otorgan ese derecho.

Finalmente se levanta. Sí, el momento ha llegado y tanto el último vencedor del torneo como el aspirante a la copa están ya preparados para el duelo. Desde las gradas lo podemos ver; a diferencia del televisor, el directo nos permite apreciar los pequeños detalles: las dudas iniciales de ambos jugadores, el período de adaptación, los primeros golpes. Pero sobre todo sentimos el ambiente, vemos las caras de los jugadores, sus reacciones, sus movimientos…

Es increíble ver en directo la derecha de Novak Djokovic, desde la esquina izquierda de la pista, sobre la línea de fondo. Cómo abre sus brazos, mueve ligeramente sus pies, para una adecuada recepción de la bola… y el golpe de Nadal en carrera, remontando de un lado a otro de la línea de fondo, para terminar con su derecha letal desde la media pista.

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Sobre el saque en directo, sólo puedo decir que es increíble la velocidad de la bola, por supuesto, pero sobre todo la velocidad de los movimientos de los jugadores; cada uno con su técnica y su estilo, pero ambos con una ejecución tan perfecta… tan bella.

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Respecto al ambiente, fue increíble “escuchar” el silencio durante el primer set. Cuando el partido se mantuvo igualado (los breves momentos en los que lo estuvo) sólo se escuchaba el viento, los pájaros y el mar durante los segundos en que cada jugador se tomaba su tiempo para sacar. En el segundo set el ambiente cambió un poco cuando Rafa caminaba ya seguro hacia su octava victoria en MonteCarlo.

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Algunos instantes del partido entre Novak Djokovic y Rafa Nadal. 22 de abril de 2012.

Y finalmente, la ceremonia ; su Alteza Real el Príncipe Alberto llega con su mujer Charlene y los dos entran a la pista, ahora llena de personas importantes, de directores y responsables del torneo. Las palabras de Djokovic, que no parecía demasiado motivado (y, sobre todo, que nada pudo hacer frente a Nadal) son breves y respetuosas con su rival; Rafa, por su parte, no parece muy parlanchín y sus palabras son breves también, nada especial aparte de su agradecimiento a todas las personas que hacen posible este increíble torneo (público incluido)

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No he querido sumergirme en demasiados detalles técnicos que puedan aburrir, o que se puedan encontrar en cualquier otro sitio de internet. He intentado describir lo que más me llamó la atención del partido que tuve la suerte de presenciar el domingo 22 de abril entre Novak Djokovic y Rafael Nadal.

Porque como todas las historias para recordar, la suerte –o como lo queramos llamar- no quiso perderse esta cita; así, pude salir antes del trabajo para llegar a tiempo de coger el último tren que me permitiría llegar a la parada del Monte-Carlo Country Club con tiempo suficiente para ver la presentación del partido. Dejaron pasar comida al recinto, con lo cual pude comer tranquilamente los bocadillos que había comprado. El número uno y dos del mundo se clasificaron para la final, la primera final que he ido a ver en mi vida. Y sobre todo, después de una semana con un tiempo espantoso y un viento increíble, el único protagonista de la tarde del 22 de abril fue el sol, acompañado a veces, eso sí, de viento, pero no tan fuerte como en días anteriores.

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La suerte, o como lo queramos llamar, fue responsable de que pudiera ver un espectáculo inigualable; tal vez no fue el mejor enfrentamiento de la historia… pero sí fue la oportunidad de mi vida, la ocasión de ver a Rafa Nadal ganar su octavo torneo de Monte-Carlo.

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Una victoria que llegó tras un saque largo a la esquina derecha del cuadro de Djokovic. Una bola no demasiado fuerte pero demasiado inalcanzable para el brazo de Novak. Una bola que se pierde en el fondo de la pista y le da la victoria a Rafa… un Rafa ya inmortal, ya eterno.

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