jueves, 12 de abril de 2012

El estandarte

El Viajero Errante observó lo que el comerciante de la esquina tenía en uno de los recipientes de madera. Era el escudo que tanto había buscado, el símbolo… el estandarte. Comprender su significado le había ayudado a entender a aquellas gentes de las que estaba rodeado, en aquella tierra extraña a la que estaba unido por el mar que la bañaba.

Se acercó a preguntar cuánto pedía por uno de aquellos escudos forjados en hierro. Cuando escuchó al tendero decir el precio no se pudo creer que pretendieran sacarle una fortuna por un simple símbolo más pequeño que la superficie de su pulgar.

Apenado por su truncada ilusión dirigió sus pasos fuera de la Fortaleza.

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Una anciana se dirigió hacia él, y con mirada curiosa le preguntó lo que le ocurría. El Viajero Errante confesó su problema, que no habría pasado de ser una anécdota si no llevara meses buscando aquel objeto. “Ven conmigo”, dijo ella. Él la siguió, con la actitud de un niño pequeño que sólo quiere ver su curiosidad satisfecha cuanto antes.

Caminaron a través de una de las calles que descienden desde la muralla hasta la Vía que une la Fortaleza con la Ciudad del Mar. Casi al final, a punto de cruzar las estatuas de Hermes que indicaban la dirección hacia la Ciudad, encontraron una pequeña tienda escondida entre muros de piedra y tablas de madera. “Aquí encontrarás lo que buscas”, le dijo la anciana.

El Viajero Errante contempló alejarse a la peculiar lugareña que lo había guiado hasta el destartalado comercio ante el que ahora se encontraba. El sol caería pronto, así que debía darse prisa si quería llegar a la Ciudad antes del anochecer. Allí lo vio. No estaba forjado en hierro… era tela.

- “¿No lo tiene en hierro?” preguntó al Comerciante.

- “Hijo, ¿por qué me pides algo que no puedes pagar? Y, ¿por qué desprecias nuestro escudo en tela?”

- “Porque necesito este escudo… necesito ponerlo en mi beca… pero en tela me costará mucho tiempo”

- “¿Te costará mucho tiempo? Tiempo, joven, tienes todo el del mundo. Aquí tienes el escudo… Llévatelo; las primeras puntadas dudarás y el escudo bailará; pronto aprenderás a manejar la aguja con maestría y con cada nueva puntada nuestro escudo quedará más unido a tu beca. Cada puntada que des con tu aguja será como los pasos que das en una tierra que no conoces; al principio todos dudamos, en ocasiones no pisaremos lo suficientemente fuerte y nuestras piernas se tambalearán, pero en otros momentos caminaremos más seguros y nos moveremos con firmeza. Así nuestro escudo quedará unido a ti, siempre.

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El Viajero Errante, habiendo logrado coser el escudo a su beca, satisfecho de su trabajo e ilusionado con el sentido de pertenencia que este símbolo despertaba en él, escribió en su diario: “… mientras tanto, seguiremos caminando…”

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El escudo de la Côte d’Azur tiene tres elementos fundamentales: a la izquierda, líneas verticales en rojo y amarillo, presentes en tantos símbolos y escudos de territorios mediterráneos, posiblemente vestigio de los dominios de la Corona de Aragón; en la esquina superior derecha, un delfín azul con cretas rojas, símbolo de los Señores de Provincias; por último, en la esquina inferior derecha se encuentra un águila coronada sobre tres montones de arena o sobre un mal azul: era el símbolo del Sacro Imperio Romano Germánico, en el que se integró la Casa de Saboya, cuya presencia fue importante y destacada a lo largo de muchos sitios de la Côte d’Azur.

Imagen: I Love PACA

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